EL ESPÍRITU SANTO y TÚ
INDICE
Prefacio
1 - El primer paso
2 - El desbordamiento
3 - ¿Que dicen las Escrituras?
4 - Preparándonos para el bautismo en el Espíritu Santo
5 - Como recibir el bautismo en el Espíritu Santo
6-Introducción a los dones del Espíritu Santo
7-El don de lenguas y el don de interpretación
8-El don de profecía
9 - Dones de sanidades
10-El obrar milagros
11- El don de la fe
12 - Discernimiento de espíritus
13 - La palabra de ciencia y la palabra de sabiduría
14 - El camino excelente
15 - Consagración
Prefacio
Este libro comparte algunos de los conocimientos adquiridos a través de una década de activo testimo¬nio, enseñando, viajando y experimentando la obra y las manifestaciones de nuestro Señor, el Espíritu Santo, en numerosos lugares.
Pueden considerarse los últimos diez años como una década de testimonio, ya que el Bautismo en el Espíritu Santo ha tomado carta de ciudadanía en las iglesias “tradicionales". Miles de pastores y sacer¬dotes, y millones de laicos de las más tradicionales denominaciones, han recibido al Espíritu Santo como en el día del primer Pentecostés. Hechos 2:4. Y ahora, a medida que el testimonio progresa con fuerza cada día más crecien¬te, se advierte una gran necesidad de enseñanza. Al¬guien ha señalado que el primer síntoma de la recu¬peración de un enfermo es cuando se despierta su apetito. ¡El pueblo de Dios ha estado muy enfermo, cercano a la muerte, pero ahora la Iglesia de Dios está convaleciente y hambrienta! Tenemos la espe¬ranza de que este libro logre suplir parte del alimento necesario para una total recuperación.
Nosotros, no nos inclinamos por ninguna denominación cristiana en particular. Nues¬tro mayor deseo es que la gente encuentre en sus vidas al Señor Jesucristo, y reciba el poder del Espíritu Santo, haciendo caso omiso de su denominación, en caso de tenerla. Nos ocupamos de todo aquello que pueda unir a las iglesias, y hemos evi¬tado la discusión de temas que han dividido a los cristianos a lo largo de los siglos.
Hemos escrito estos estudios con sinceridad e iluminados por la luz de que disponemos en este momento. Solamente podemos agradecer al Señor Jesús y al Espíritu Santo que fue quien nos enseñó a todos. Juan 14:26. Nuestra fuente escrita más importante, demás esta decirlo, es la Es¬critura misma. Y también hemos aprendido mucho de nuestras propias experiencias.
Esperamos y oramos para que este libro El Espíritu Santo y tu, sea de ayuda a muchos, tanto a los que han sido bautizados en el Espíritu Santo desde años atrás, como para los que recién entran o están pre¬parándose para entrar en esta área de la experiencia cristiana. Terminamos con las palabras de San Pablo
"Gracia y paz a vosotros, de Dios -nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en E1, en toda palabra y en toda ciencia... de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesu¬cristo..." (1 Corintios 1:3-5, 7.)
En el amor de nuestro Señor Jesús,
Dennis y Rita Bennett
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Libro El Espíritu Santo y tú. D. Bennett
Varios años atrás, en uno de
los estados de Nueva Inglaterra, la esposa de un comerciante cristiano, amigo
nuestro, lavaba los platos que habían sido utilizados para el desayuno, cuando
escucho que llamaban a la puerta de calle. Al salir para atender el llamado vio
a su vecina, parada en la vereda y con una mirada de infinita tristeza en los
ojos.
-He venido para despedirme-
le dijo la visita-. Por mucho tiempo hemos sido vecinas, y si bien no nos hemos
tratado mayormente, he creído oportuno informarle que nos mudamos.
-¿Por que?- le preguntó la
dueña de casa-. ¿Ha conseguido un nuevo
puesto su marido, o algo por el estilo? Pase, por favor y tome asiento. Dígame
que ha sucedido.
La vecina se dejo caer
pesadamente en una silla. -No- dijo -no se trata de eso. Vamos a perder la
casa, porque no podemos pagar las cuotas. También perderemos el automóvil.
Sin decir otra palabra se
quedo mirando fijamente sus manos abiertas que descansaban sobre su falda.
Luego levanto los ojos. -Ya que estamos, le contare toda la historia. Juan y yo
nos vamos a divorciar.
-Pero ¿Por qué? ¿Que puede
haber sucedido?
-Tanto mi esposo como yo
somos alcoholistas empedernidos- dijo tristemente la mujer-. No podemos
librarnos del vicio. Hemos perdido nuestro dinero y prácticamente todos nuestros
bienes. Lo que más nos aflige es
nuestro niño; no quisiéramos que fuera la victima de un hogar destrozado, con
todo lo que eso significa.
La pobre mujer estaba al
borde de las lágrimas.
-Pero- dijo la esposa de
nuestro amigo -¿no sabes que hay una solución?
La vecina levanto la vista
bruscamente: -¿Que quieres decir? Hemos probado todos los medios No podemos
cumplir con el programa que nos fijó la sociedad de Alcohólicos Anónimos. Hemos
consultado a un psiquiatra, pero aun en el caso de que fuera esa la solución,
no tenemos el dinero para pagar las consultas.
-¿Por que no le pides a
Jesús que te ayude?
Ahora fue la vecina la que
se quedo perpleja. -¿Jesús? ¿Que tiene que ver e1 con todo esto?
- ¡Por supuesto que tiene
que ver! ¡El es el Salvador!- exclamo la
esposa de nuestro amigo.
-Oh- dijo la vecina -estás
hablando de religión y todo eso. Yo soy religiosa. Es decir, creo en Dios, y siempre
trate de ser una persona decente.
Se rió haciendo una mueca, y
añadió. Por lo visto no lo he logrado.
-No, no, no es eso lo que
quiero decir. Me refiero a que Jesús es el Salvador, el salva, rescata
a la gente. El te librara de tu situación, si le pides que se haga cargo de
todo. Supongo que quieres salir del hoyo en que te encuentras. Es decir,
que quieres ser diferente, que quieres ordenar tu vida.
La vecina miro por un
instante a la dueña de casa. -Nunca nadie me lo dijo de esa manera- exclamo-. ¿Quieres
decir que es así de simple? ¿Solamente pedirle a el?
La esposa de nuestro amigo
asintió. -¡Aja! El vive y está aquí mismo. ¡El lo hará!
La vecina permaneció por un
rato en silencio y luego, de pronto, se dejo caer sobre sus rodillas y levanto
las manos en un gesto de rendición. -No se cómo expresarlo- dijo -pero te
ruego, Jesús, que me ayudes a salir de este problema. ¡Por favor te pido que te
hagas cargo!
A continuación se puso de
pie y sin más se fue a su casa.
Dos días después el marido
de la vecina tocó también el a la puerta de calle. -¿Que ha pasado con mi
esposa?- preguntó con aspereza. ; ¡Yo también quiero de lo mismo!
Los esposos cristianos le
explicaron al hombre la realidad de lo que había experimentado su esposa, y le
llegó el turno a el de ponerse de rodillas sobre el piso de la cocina y pedirle
a Jesús que se hiciera cargo de su vida!
¿Que sucedió después? Desapareció
el problema del alcohol, que no era más que un síntoma del vacío de sus
vidas. No se perdió el hogar. No se disolvió el matrimonio. Jesús salva.
Jesús salvo su hogar, su matrimonio, su salud, y probablemente sus vidas. Jesús
no duda un instante en acudir de inmediato para solucionar las necesidades mas
apremiantes de la gente. Recordemos que dos de sus grandes milagros los
hizo para dar de comer a los hambrientos. A decir verdad, casi todos sus
milagros fueron para satisfacer las necesidades físicas de la gente. Ocurre a menudo
que el primer paso a dar para ser cristianos es nada más que un grito en
demanda de ayuda. Hechos 2:21; Romanos 10:13; Sal 103:1-2.
Pero otras cosas ocurrieron,
además, al matrimonio de ex-alcohólicos. Toda su vida sufrió un cambio notable.
Eran diferentes. Algo sucedió
dentro de ellos.
La palabra
"salvar" en nuestras Biblias, traduce el original griego sozo que significa, de acuerdo a
nuestro vocabulario; "proteger o rescatar de peligros naturales y
aflicciones ... salvar de la muerte ... sacar con mano firme de una situación
llena de peligro mortal ... resguardar o evitar el contagio de enfermedades
... evitar la posesión demoníaca ... devolver la salud perdida, mejorar,
guardar, mantener en óptimas condiciones ... tener buen éxito, prosperar, andar
bien... salvar o proteger contra la muerte eterna ... "
Abrazar la fe cristiana no
significa aceptar una filosofía o un juego de normal, o creer en una lista de
principios abstractos;
Abrazar la fe cristiana significa permitir a Dios que
entre y viva en nosotros. (Colosenses 1:27.)
Abrazar la fe cristiana significa arrepentirnos. (Hechos 2:38; 26:18.) Y
eso, a su vez, significa querer ser diferentes, admitir que estamos en el mal
camino y que queremos volver a la buena senda. Muchos vienen a
Jesús, como el matrimonio de nuestro relato, porque saben que están en un
callejón sin salida, camino a la destrucción. Si están dispuestos a
cambiar, Jesús los acepta y atiende a sus necesidades.
Abrazar la fe cristiana significa convertirnos. (Hechos 3:19; Mateo 18:3.)
Y para eso hay que darse vuelta y caminar en la dirección opuesta -la verdadera
dirección- con Jesús.
Abrazar la fe cristiana significa ser perdonado. (Salmo 103:11-12.) Y
eso significa ser despojados de nuestros pecados como si jamás hubieran
existido y que no queden ni rastros de ellos. Mas aún, significa ser
perdonados cada día, ¡vivir en estado de perdón! (1 Juan 1:9.)
Abrazar la fe cristiana es nacer de nuevo. (Juan 3:1-21; 1 Pedro
1:23.) Y aquí -llegamos al meollo del asunto. Un erudito y anciano dignatario
fue a Jesús de noche buscando respuestas a sus interrogantes. Jesús le dijo:
Nicodemo, tienes que nacer de nuevo.
El anciano sacudió la
cabeza. -¿Como es posible que un hombre ya grande vuelva a nacer? ¿Puede acaso
entrar de nuevo en el vientre de su madre para volver a nacer?
Jesús le respondió:
Nicodemo. Para un hombre docto y erudito es muy pobre la respuesta que me has
dado. No estoy hablando del nacimiento físico; eso ya sucedió. Tienes que
nacer del Espíritu. (Del Espíritu Santo).
¿Qué quiso decir Jesús?
La Biblia nos enseña que
Dios creó al hombre con la capacidad suficiente para conocerle y corresponderle.
Pero desde el comienzo el hombre interrumpió esa relación y cuando lo hizo,
murió espiritualmente y transmitió esa muerte espiritual a todos sus descendientes.
Lo mas recóndito de nuestra personalidad toma el nombre de
"espíritu" o pneuma en griego, y fue creado con el
propósito principal de conocer a Dios. Los animales tienen cuerpo y alma,
pero los hombres tienen cuerpo, alma y espíritu. (1 Tesalonicenses 5:23.)
Cuando el hombre, en el comienzo, destruyo la relación con Dios -lo que
llamamos la caída del hombre- murió esa parte recóndita, o quedo fuera de
acción, y siempre desde entonces el hombre actuó a impulsos de su alma y de su
cuerpo. (Génesis 2:17.) No es de extrañar entonces que nos hayamos metido en
semejante enredo! El "alma",
psiquis en griego, es el componente psicológico, formado por nuestro intelecto
o voluntad, y nuestras emociones. Esta parte de nuestra personalidad es
maravillosa cuando esta bajo el control de Dios a través del Espíritu,
pero es capaz de cosas terribles cuando esta descontrolada.
He aquí el porque la
historia de la humanidad está plagada de odio, derramamiento de sangre,
crueldad y confusión; los seres humanos están muertos espiritualmente:
"muertos en vuestros delitos y pecados", (Efesios 2:1) procurando vivir de
acuerdo al alma pero fuera de todo contacto con Dios y, por lo tanto, perdidos.
(Lucas 19:10.) La palabra "perdido" significa que no sabemos dónde
estamos, a dónde vamos, o para qué somos.
Si no se corrige esta situación, naturalmente significa el infierno,
significa que la persona se perderá eternamente, y morara en la oscuridad, en
el miedo, en la rebelión, en el odio, separado de Dios para siempre; y no solamente
eso, sino que será parte de la interminable destrucción del diablo y sus
Ángeles, porque allí no habrá "tierra de nadie". Por lo tanto, la necesidad mas urgente y apremiante es
renacer, volver a la comunión con Dios; y eso, exactamente, es lo que
Jesucristo nos ofrece. Por medio de Jesús, y por Jesús solamente -no hay
otro camino- se manifiesta la vida de Dios que alienta su vida en nosotros.
(Juan 10:10.)
Sin embargo, las iniquidades
que cometimos cuando estábamos perdidos y fuera del contacto con Dios,
levantaron un muro divisorio de pecado y de culpabilidad que hacían
imposible recibir esta nueva vida. (Isaías 59:2.) Dios es amor pero
también es justicia. No puede "dejar pasar por alto" lo que
hacemos, de la misma manera que un padre amante no puede "dejar pasar por
alto a su hijo" si sabe que es culpable de un delito. El padre tendría
que insistir ante el muchacho para "que se entregue" a las
autoridades. Pero si el joven estuviera realmente arrepentido, seria una
buena ocasión para que el padre ofreciera pagar la multa, o cumplir una
sentencia, o aun morir en su lugar, si tal cosa fuera posible. En ese
caso se habría satisfecho tanto a la justicia como al amor.
Y esto es justamente lo que hizo Jesús. Satisfizo los
requerimientos de la justicia al morir por nosotros.
Jesús era Dios en carne humana, la encarnación de la segunda persona de la
divinidad, el Dios Creador, por quien el Padre creó el universo. (Efesios 3:9;
Hebreos 1:2.) El no tuvo ni pecado ni culpa. Cuando Jesús murió en la cruz,
porque era Dios y porque era inocente, satisfizo totalmente la justicia en
beneficio de todos los pecados que el hombre había cometido o que cometería en
el futuro.
De esta manera resolvió
Jesús el problema de nuestra culpabilidad que nos mantenía apartados de Dios,
y cuando murió y resucitó quedo expedito el camino al Padre para enviar al Espíritu
Santo, por medio de quien fue posible que la vida de Dios se hiciera presente y
morara en nosotros. El único requisito que se nos exige a nosotros es que
reconozcamos que hemos vivido en el error y pidamos perdón. Luego debemos pedirle a Jesús que venga y
viva en nosotros y que sea nuestro Señor y Salvador. Por medio del Espíritu
Santo, Jesús entra en nuestras vidas, nuestros pecados son borrados por su
sangre derramada, y obtenemos una vida diferente. Y el Espíritu Santo se une a nuestro espíritu (1 Corintios 6:17)
haciéndolo pasar de muerte a vida; "nace de nuevo" y se transforma en
lo que Pablo llama una "nueva criatura". (2 Corintios 5:17;
Apocalipsis 21:4-5.)
Esa nueva vida creada por el
Espíritu Santo en nosotros, es lo que Jesús llama "vida eterna". Esto va mucho mas allá de un mero
"seguir andando"; es la vida
de Dios en nosotros, la clase de vida que nunca se acaba, que nunca se cansa, que nunca se aburre, que es
siempre gozosa y lozana. (1 Juan 5:11.)
Cuando
Jesús dijo que un niño pequeñito era lo más grande en el reino de los cielos,
estaba haciendo un comentario sobre la vida eterna. Una niño nunca se cansa de
hacer la misma cosa una y otra vez." ¡Léemelo de nuevo, mamita!"
"¡hazlo de nuevo, papa!" Esta permanente y continuada frescura y
falta de tedio expresa con mucha aproximación la vida que Dios nos quiere
dar. “! He aquí hago nuevas todas las
cosas!" Y no una sola vez, sino continuadamente, dice Jesús. ¡Es el
permanente renovador! Se nos ha prometido que andaremos en "novedad de
vida" que es lo mismo que decir vida eterna: siempre lozanos, siempre
renovándonos. La palabra "eterno" significa literalmente
"sempiterno", que nunca envejece.
Isaías dice: "Los que
esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantaran las alas como águilas;
correrán y no se cansaran; caminaran, y no se fatigarán." (Isaías 40:31.).
¿Cómo aceptamos el perdón y recibimos esta nueva vida?
1.
Dándonos cuenta que hemos estado extraviados, yendo en una dirección
equivocada y que estamos ansiosos de andar en los caminos de Dios.
2.
Admitiendo que estuvimos equivocados y pidiéndole al Padre que borre
nuestras culpas y pecados, con la sangre de Jesús.
3.
Pidiéndole a Jesucristo, el Unigénito Hijo de Dios, que entre en
nuestras vidas y sea nuestro Salvador y Señor. (Apocalipsis
3:20.)
4.
Creyendo que el ha venido en el instante en que lo pedimos. Agradecerle por
salvarnos y darnos la. nueva vida. (1 Juan 5:11-15.)
He aquí una sencilla oración
que podemos elevar si decidimos recibir a Jesús:
"Querido Padre, creo
que Jesucristo es tu Hijo Unigénito, que se hizo un ser humano, derramó su
sangre y murió en la cruz para limpiar mi culpa y mi pecado que me separaban de
ti. Creo que se levantó de entre los muertos, físicamente, para darme nueva
vida. Señor Jesús, te invito a que entres en mi corazón. Te acepto como mi
Salvador y Señor. Te confieso mis pecados y te pido que los borres. Creo
que has venido, y vives en mí en este preciso instante.
¡Gracias, Jesús!"
Cuando
decimos esta oración, podemos sentir o no que algo ha ocurrido. Nuestro
"espíritu" que tome vida a través de Jesucristo, se esconde mas
profundamente que nuestras emociones; de ahí que a veces se exterioriza una
reacción emocional y otras veces no. Sea que sintamos o no sintamos algo de
inmediato, descubriremos que somos distintos, porque Jesús cumplirá lo que ha
prometido. Jesús nunca falta a su palabra. El dijo: "El cielo y la tierra
pasaran, pero mis palabras no pasaran." (Mateo 24:35.)
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